Siempre me gustaron las mujeres morenas de pechos grandes,
caderas armoniosas, nalgas prietas y ojos negros, eso era lo que a mi me
gustaba. Pero de otro tipo de mujer me enamoré, Magda era esbelta, delgada,
blanca, con pelo fino tirando a rubio cobrizo pero muy endeble, que en el óvalo
de su cara quedaba como descolorido, sabia que me gustaban morena y su amor le
hizo hacer varios sacrificios por mi, tomaba el sol, pero su piel de una
delicadeza chocante le hacia daño que mas parecía un traje de lunares blanco
roto mas bien destrozado, que morena clara, el medico le prohibió
terminantemente tomar el sol, pero en su
intento de querer sorprenderme localizó en una estantería del supermercado una
crema bronceadora poniendo en marcha una sesión erótica destinada a mi fantasía
sexual de joder, a una mujer morena. Aromatizo la estancia con varitas de incienso alumbrándola
con unas velas camicaces que mas que alumbrar apagaban cualquier atisbo de luz,
lánguidas,triste nada romántica daba miedo, todo ello con sabanas de
satén, musica budista que mas que relajar cansaba.
Me dio la crema
bronceadora que olía a canela y sabía a caramelo diciéndome: cúbreme toda, ella
ya se había cubierto la cara convincentemente y al mirarla me pareció un paje
del Rey Baltasar pero sin gorro.
Fuí poco a poco
masajeando su cuerpo, sus pechos eran tersos y el masaje le puso los pezones
tiesos… apetecibles… fui comiéndomela
poco a poco… lenta, suavemente, la sentía húmeda,
caliente, la besaba, mordisqueaba, la chupaba, era tal el gusto que me estaba
dando que empecé a marearme ¿de placer? desperté en urgencia.
Mi novia, media paje
del Rey Baltasar, media vikinga descolorida nunca le agradeceré lo suficiente
su sacrificio por mi, aunque estuvieron a punto de quitarme la vida, le pregunte
¿Qué me ha pasado? Me contesto te has envenenado… con el bronceador.